Juventud en riesgo
Hoy el 40% de la población de América Latina y el Caribe tiene menos de 30 años de edad. Hacer frente a las dificultades que enfrenta la juventud es fundamental para potenciar el desarrollo económico, incrementar la productividad y equidad y reducir la pobreza y los altos niveles de violencia de la región. Los costes sociales y económicos de comportamientos riesgosos son potencialmente altos no sólo para el individuo, sino para la sociedad como un todo. Asimismo, la falta de oportunidades para completar estudios secundarios, la educación de mala calidad, la precariedad de los mercados laborales y la insuficiente generación de empleos, contribuyen a la marginación de los jóvenes.
El desafío para la región es entender la juventud desde la perspectiva del ciclo de vida, considerando el origen de los riesgos y vulnerabilidades estructurales y de contexto y poniendo al individuo en el centro del diseño de cualquier intervención.
Los y las jóvenes de la región se encuentran en el centro de una paradoja: por un lado, cuentan con mejores condiciones objetivas que sus padres en áreas como salud, alfabetización, acceso a estudios secundarios, técnicos y profesionales, y a nuevas tecnologías. Pero por otro lado, los riesgos que amenazan tempranamente su seguridad y bienestar son mayores: aunque hoy los jóvenes de la región tienen, en promedio, más años de educación que los adultos y gozan de mejor salud, son más versátiles a los cambios, tendiendo a ser miopes en sus preferencias y, por lo tanto, más propensos a asumir conductas incoherentes en el tiempo . También resulta que -en proporción inversa con su nivel educacional- tienden a estar desempleados con mayor frecuencia, a ser los peor remunerados, sufren más marcadamente los efectos de la violencia organizada, siendo los que más mueren por causas externas.
Los diferentes riesgos a los cuales están expuestos los jóvenes que viven en una situación de vulnerabilidad no son independientes entre sí, por el contrario, están fuertemente inter-conectados. El capital humano que no se acumuló o se perdió por alguna razón, si no es recuperado, desarrollado o fortalecido en esta etapa, es prácticamente irremontable. Invertir en la juventud abre una ventana de oportunidad para corregir inequidades y aumentar las probabilidades de que los jóvenes – y quienes dependan de ellos - logren un mayor y mejor bienestar.
No todos los jóvenes son iguales y uno de los factores que mejor explica esa diferencia se refiere a las condiciones de vulnerabilidad en las que se experimenta la juventud. Entre los jóvenes, los niveles de pobreza, zona de residencia, raza, género y condición migratoria son buenos proxies para caracterizar comportamientos de riesgo. Pero además, los jóvenes más expuestos a riesgos enfrentan más de un riesgo simultáneamente.
Atendiendo estas necesidades, el BID diseña y ejecuta en conjunto con los países, acciones orientadas a generar oportunidades, desarrollar capacidades y brindar segundas oportunidades a los jóvenes de nuestra región. El trabajo en protección social y salud está enfocado en los siguientes temas:
Maternidad y paternidad adolescente: Una de las principales causas reproductoras de la pobreza en las mujeres es la maternidad precoz. Según la CEPAL, casi una cuarta parte de las jóvenes latinoamericanas entre 15 y 24 años de edad han sido madres antes de los 20 años. La tasa de mortalidad materna en madres adolescentes es superior comparativamente a otro rango etario, asimismo la maternidad precoz va unida con menores tasas de escolaridad, mayores tasas de desempleo y perpetuaciones de comportamientos de riesgo dentro del núcleo familiar.
Desempleo juvenil: El desempleo es considerado como un factor de riesgo, siendo relacionado con una mayor probabilidad de consumir drogas y desarrollar conductas violentas. A lo largo de la última década, los jóvenes desempleados han constituido entre la tercera parte y la mitad del total de desempleados en la región, siendo el desempleo juvenil al menos dos veces mayor que el adulto, alzándose hasta 3,5 veces en Uruguay, Paraguay, Chile, Costa Rica o Panamá en los últimos años (LABORSTAT 2010). Junto con expandir las opciones de trabajo y mejorar la calidad del mismo, es necesario abordar simultáneamente las múltiples variables que dificultan la generación o mejoramiento de condiciones de empleabilidad de los jóvenes.
Comportamientos de riesgo: La violencia juvenil, las adicciones y las enfermedades de transmisión sexual constituyen los principales problemas sanitarios, económicos y sociales en la región. Las causas no obedecen sólo a factores de oferta o inseguridad ciudadana, sino a factores sociales relacionados con la carencia de inversión en capital humano y la iniciación temprana en conductas riesgosas, la falta de acceso a canales de movilidad social y al consumo, la desafiliación institucional en jóvenes que no estudian ni trabajan, la socialización temprana en culturas de agresividad y de naturalización del delito y la ausencia de aspiraciones cuando la mayor escolaridad de muchos jóvenes no garantiza mejores opciones de empleo. Según estimación recientes, la excesiva incidencia de la violencia en América Latina reduce el PIB en un 13% en promedio (Soares y Naritomi, 2010), imponiendo costos directos en salud y altas tasas de mortalidad.
Común a todas estas áreas, basado en evidencia rigurosa y como instrumentos de prevención de riesgos, es el esfuerzo del BID en apoyar y fomentar acciones de inversión en juventud desde la edad temprana y a través de intervenciones clave en salud, nutrición y desarrollo cognitivo y no cognitivo. Asimismo, el Banco diseña intervenciones que fomenten la adquisición de aptitudes prácticas en la vida, centrando la atención en actividades no cognitivas, tales como la autoestima, autoexpresión, la gestión del estrés y las aptitudes para la planificación, cualidades esenciales para prevenir comportamientos de riesgo y cada vez más demandados por el mercado laboral.